Retratos del hijo pródigo

Las obras de arte han sido siempre fuente de inspiración para reflexiones espirituales. Una de las escenas ampliamente retradas por artistas cristianos y no cristianos es la parábola del hijo pródigo del Evangelio de Lucas 15:11-32.

Alberto Durero, c. 1496

 

En varias ocasiones, hacían preguntas difíciles o controversiales a Jesús con tal de tenderle una trampa y buscar su detención. Cuando Jesús respondía a estos adversarios o cuando se reunía con los campesinos de Galilea, a menudo empleaba parábolas para enseñar.

 

La belleza de las parábolas tiene que ver con su sencillez y a la vez con su profundidad. Las parábolas, más allá de querer dar alguna información o indicación, llamaban a la reflexión y la introspección. Aquellas personas que no están dispuestas a hacer ese trabajo interior perderán la enseñanza por completo.

 

Las parábolas de Jesús y el arte tienen algo en común: apelan a la imaginación de aquellos que contemplan su obra. De nuestra reflexión imaginativa saldrán preguntas, inquietudes y dudas que nos impulsarán a crecer espiritualmente.

 

El retrato de Durero o el de Rembrandt nos ayudan a ponernos en los zapatos del hermano menor, del mayor e incluso, del Padre amoroso. Nos ayudan a preguntarnos, ¿qué tenemos en común con cada hermano? ¿Qué nos quiere enseñar la figura del padre? ¿Cómo será la vuelta a la casa de nuestro Padre?

 

El retorno del hijo pródigo, Rembrandt, 1661–1669

Henri Nouwen nos ha regalado una hermosa reflexión en su libro sobre el cuadro de Rembrandt. El retorno del hijo pródigo (Editorial PPC) nos enseña a contemplar no sólo este cuadro, pero otros cuadros que nos podrían facilitar una relación más intencional con el arte cristiano.

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